Es martes
-en realidad casi miércoles-
y he estado bebiendo
con el disfraz de hombre de bien
que a diario me cubre los huesos.
Beber
para mí
es un arma de dos filos,
una moneda al aire.
O me hunde
o saca el barco a flote.
Siempre hay riesgo
y yo no puedo menos
que de noche asumirlo,
aunque hay quien me reprocha
la ventaja de saberme muerto.
Cosas que pasan.
Y sigo bebiendo.
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