Ya borracho,
pienso entonces en el amor.
¡Nada más duro
que pensar en ello,
que sentirlo
carcomiéndome las manos
y las comisuras de los labios!
No todo en el amor es bello.
Existe la manzana prohibida
y con ella el desamor,
el desventurado desencanto.
Siendo a tientas
un asco de persona,
me jacto irremediablemente
a solas
de ser fiel conmigo mismo
y de haber amado.
Pues amé a ojos cerrados.
Y en mi pecho mil migajas
que vienen nocturnos a comer
los terribles y encantadores cuervos
hambrientos de mi ser.
Yo que tanto soñé con parajes
y desiertos callejones a oscuras,
con lozanas y violetas jacarandas,
con el despertar azul de Cantabria,
con chabacanos y bóvedas celestes
sujetas por fuerza a la locura.
Yo que me imaginé
junto a un caótico molino.
Y en mi futuro la desgracia
se bebe a sorbos la soledad
mezclada con mi leve gracia.
Pero amé a ojos cerrados.
Y ahora que nada queda
dormir es razón suficiente
para cortarme el sello inefable
de mi amor sobre la hermana muerte.
Descansa mi amor...
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