Al fondo de los límpidos cristales,
ya acabados los elíxires contenidos
resuena tenue una voz que musita
atardeceres a mitad de la garganta
y un sol que me aconseja un "confía".
Las aves no siempre aciertan el destino
y el verdugo aun sazona con olas de mar
su merienda con sabor a arrepentimiento.
Y la nada entonces, comienza a batir
la letras que me llevan a posar el pecho
en un azul devenir donde es amiga la guerra
y la paz un espectro triste y maltrecho,
que sin embargo mira a las estrellas.
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