Tan oscuramente nacarado
como ambas caras de la luna,
y he de andar por los senderos
donde el diente de león
se desparpaja con el viento
nocturno y de llanto empapado.
El sol es una llama en el cielo,
un niño travieso y virulento
que de sueños no me contagia
sino de ganas, de ser materia gris
en la hondonada del cenicero.
Siendo el hombre sin nombre,
siendo el gato maullando en alegato
y tan oscuramente nacarado.
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