Pudiera hacer con mis manos
una antología fiel de la noche y el frío
cuando emana de los propios avernos
y el corazón se tira de cabeza al río.
Pero adiestrado a la quietud
de la hondonada,
no pretendo siquiera nada.
Afuera corre la sangre y el rito
de levantar la voz cuando el todo
duerme sabiéndose vil y cobarde,
teniendo presente el cruento pasado
aún embadurnado de triste lodo
recubriendo el brillo del calzado.
Mi manifestación es la de quererte Mujer,
sin importar la noche o el frío, la sangre,
la muerte flotando en la corriente del río,
el lenguaje y su vana parodia, el hambre,
los dolores que cuando vivo he de ejercer.
Y yo que pudiera hacer con mis manos
un tratado donde la paz venciera a la guerra,
pretendo de tu vientre la fertilidad de tu tierra
en la que floreces, a la sombra de un manzano.
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