Mis pecados siempre son bellos
y amanecen con resaca de quimeras,
mis virtudes se embriagan de silencio
cuando se saben víctimas de la hoguera.
Y en la consumación del alma y el tedio
uno aprende a salir a tientas ileso
del crujir de la llama del desprecio.
CXXII
Bienaventurados los segundos
que unos tras otros caen muertos
entre los pasos del moribundo.
Bienaventurado sea el tiempo
siempre libre y sutil vagabundo
de brisas y mejores vientos.
CXXIII
Me declaro un enfermo,
un perdedor con la boca rota,
un poetastro del mal enamorado,
un encantador de la última copa.
Me declaro aquel que espera
a que le coman los ojos los cuervos,
me declaro aquel que invita a a los gusanos
a la engorda mostrándoles mis recuerdos.
Me declaro un enfermo,
un aprendiz de suicida,
un alcohólico de noche tierno,
un desperdiciador de la vida.
CXXIV
Entre el trabajo
que ha de costar
y cuesta despertarse
con la resaca de diario,
siempre habrá razón
para sentirse corsario
de un pecho sin corazón.
Cuando no tengo
nada que perder,
dios me infunde
la idea de perecer.
CXXV
En lo sucesivo te diré
a quemarropa
que me muero
por verte en el después
donde tus ropas,
maquillen cálidas el suelo
y a costa de versos
te tenga de revés
.
P.D. Me muero de ganas, amor,
de hallarte temblando en estertor.
CXXVI
A menudo me sorprendo
siendo aquel mismo
infante
que espera a los reyes
magos,
aquel que sueños rodaban
febriles tras de una
pelota
que no sabía del suelo
sus estragos.
Entre mis ganas me hundo
an la melancolía
de un futuro moribundo.
CXXVII
La puta más triste de la
avenida
anda silbando una canción
de alegría
y en fondo del escote
esconde
de boca a boca una
temible sonrisa,
un sueño de príncipes
emancipados
de la moral ante el poder de lo
alquilado.
La puta más triste de la
avenida
ha lavado con suavizante
de telas,
las memorias quiméricas
de sus bragas
ante el sueño de una cena
con velas,
bajo una Luna en la que cualquiera
pudiera tomar la vida en sus caderas.
CXXVIII
La cofradía del secreto inmerso
en mis planes, he de reservarlo
sin temor al llegar al albor del infierno
hambriento de tus panes y tus peces.
CXXIX
Embriágate de sexo, de amores añejos,
de pasiones fieras entre vidrios rotos,
de alcohol, del recuerdo del reflejo,
de la sonrisa que otrora marcaron las fotos;
embriágate de soledades y de ausencia,
del claroscuro de la vida, de la compañía,
del mazo cuando anuncia su sentencia,
del poeta, de la Musa aún en mancebía.
CXXX
En resumidas cuentas
la poesía es lo más bajo,
nunca he conocido un Poeta
que no corra tras su pecho
cuesta abajo.
Brindadme un trago de ron
para recuperar el aliento
y tras mi pecho, ya alejado
seguid esta noche corriendo.
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