Muérete en silencio
alejada en un rincón.
Entre las alas del destierro,
en la avenida de la muerte,
en tu recato prudente,
entre tus ganas de fierro.
Muérete despacio
y en silencio,
alejada de dios y del diablo
en terrible un rincón.
Brillando entre la niebla
de una noche cualquiera,
bailando en la inocencia
un compás de quimeras.
Muérete en los albores
del estruendo y en silencio,
preñada de palabras
en las paredes del rincón.
Cabalgando los desiertos
del mayor desacierto,
emancipada del deber
que maguya tus pechos.
Muérete en la noche
y en su silencio gris,
bajo la lágrima en derroche,
pero, muérete amor, de mí,
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