cuando cada noche llego cansado del trabajo
y busco en mis bolsillos algo de almizcle
mientras mira en la luna su tono nacarado.
A los catorce una niña que tenía mi edad
me llamó poeta por primera vez en mi vida
y lo creí, a pecho abierto y burdamente
y hoy que ha pasado el tiempo
-veinticuatro años ya de ello, ¡Es verdad!-
me encuentro preso al estallar de la bebida
para poder abrir mi pecho claramente
y poner en orden mis sentimientos.
Y desde entonces he caminado sombrío
arrastrando la letra y el verso ensoñado
en los sueños que sueño y no recuerdo
cuando despierto inundado por los ríos
que me han hundido por sus malos tratos
y por la belleza que he guardado de ello.
He querido terminar con esto, como todos
cuando Goliat trae careta contra piedras
y me he sabido un David sin honda,
me he declarado un imbecil y un loco
pero entonces me han contestado las letras
que los imbéciles y los locos giran en rotonda.
Y entonces sonrió lleno de atardeceres
y en mis bolsillos hago magia y saco flores
de los fragmentos que escribo día a día
y sigo buscando la belleza en los placeres
que sólo para un triste son acordes
para destilar de ellos un poco de alegría.
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