se desenmascara siendo un gruñido,
un bramido cruel siendo entristecido,
por un dios a toda luces nocturno.
Hiere dios cuando a nada me contesta,
y el mundo ahora es la perdición
de aquel talento que tuvo perdón
por argumentar su pecho en protesta.
Hiere la protesta si no me sirve
si no es suficiente ser vil poeta,
si mi pecho no late lo que escribo.
Hiere mi corazón que no me sirve
para acertar como los proxenetas,
y para versar tal cual como vivo.
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