Algunas noches, cuando extrañamente
recobro la entereza de ayer y no bebo,
suelo mirar el trajín que arrastra
pesadamente mis pies y encuentro
alguna razón poco menos fiera
que las que me acompañan a diario
y de ellas brota un singular después.
Después, siempre me evoca algo de brillo
y no de pereza, me evoca algo de esperanza.
Lejos, está el chico que jugó diestramente a la pelota,
el chico que más de una vez
hubo de reprobar matemáticas mientras
ganaba concursos de física.
Lejos de mí y como una sombra,
el chico que aspiraba de la vida sus aromas
mientras la vida en destellos tenues le envolvía.
Incluso, la voz de las paredes encaladas
tímidamente se aleja y puedo sentir en la piel
su risa mientras me traiciona.
Hubo un tiempo en que por doquier
venían a mi encuentro las aves,
por no saber mi futuro ni mi espeso talante,
todo esto cuando era aquel chico que ya he mencionado.
Lejos de mí, ahora que bebo a menudo y solas
el todo y ni siquiera tengo el cantar azul de la caracola. Francamente, lo digo a tiempo
inmerso entre grises espirales,
no quiero nunca postularme en el centro
de este corazón que de noche sangra y sangra
y pretende salir en rojo desde dentro.
Hoy no resulta ser una de esas noches
con velitas prendidas en la mesa que sostiene
media docena de tragos, ni vuelve a posarse
en mi la gana de querer ser aquel que fui
pateando una pelota,
hoy, a medida que se ve perdida mi suerte,
pretendo un albor donde me reconozca
mi hermana la muerte y de lo que ella brota.
3 comentarios:
Muchas emociones se producen al leer tu escrito.. No digo mas..
Un abrazo fuerte y sincero para ti
Gracias, Arya!
Sabes que te llevo por doquier en mi abrazo...
Gracias, Arya!
Sabes que te llevo por doquier en mi abrazo...
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