con una copa que no es de cicuta en la mano
con los ojos llenos de un meditabundo
mar y con este corazón de lo malsano
fiel recluta. Qué difícil sin ti
cuando la luna brilla y me ilumina
menospreciado en un ámbar cansino
embriagado y tan agreste como ruin.
Mi pecho es de aquellos que se sienten
incluso sobre la ropa y huele a tierra mojada
a tinta negra a solas, a guerra nunca ganada
a racimos tenues de esperanza y a pétalos carmesí
en los que reverbera suntuoso el fiero mar.
Sabes tú de todo ello y la certeza de mi abrazo
de la bondad, de los buenos modos, de dios
más que yo y de sonreír sin mayores trazos.
Pero eres un pequeño soñador y no te culpo
al ser ese tu deber de infante, un soñador
de nuevas batallas y mejores levantes
un pequeño soñador como tu padre.
Ahora que duermes y vuelas sobre dragones
que juegan sin quemarse con fuego
te abrazo y te cobijo de la noche y de mis pardos
ojos, apago la luz y te canto mis canciones
con esta voz queda y con mi cálido aliento.
Y viene entonces una garra que me arranca
de tajo las raíces y me devuelve a la misma silla
desde la que te escribo este poema en páginas
solitarias y amarillas cuando la ausencia atranca
mi destino tomando tu mano y contigo
a la espera febril del lugar donde no exista el jamás.
Sabes que debo marchar sin laureles en la frente
como un ladrón alérgico a la justicia de los hombres
y que luché sin embargo, por mi propia razón
sin escuchar el cantar de esta nacarada muerte,
para arrancarle del pecho tu sueño y tu nombre.
También debes saber que te amo y te amaré
desde el tejado mío en los que espero una luna
ofertando mejores días y mejores tintas
que te salpiquen los pies cual mansa espuma.
PD. Te amo pequeño corazón.
al ser ese tu deber de infante, un soñador
de nuevas batallas y mejores levantes
un pequeño soñador como tu padre.
Ahora que duermes y vuelas sobre dragones
que juegan sin quemarse con fuego
te abrazo y te cobijo de la noche y de mis pardos
ojos, apago la luz y te canto mis canciones
con esta voz queda y con mi cálido aliento.
Y viene entonces una garra que me arranca
de tajo las raíces y me devuelve a la misma silla
desde la que te escribo este poema en páginas
solitarias y amarillas cuando la ausencia atranca
mi destino tomando tu mano y contigo
a la espera febril del lugar donde no exista el jamás.
Sabes que debo marchar sin laureles en la frente
como un ladrón alérgico a la justicia de los hombres
y que luché sin embargo, por mi propia razón
sin escuchar el cantar de esta nacarada muerte,
para arrancarle del pecho tu sueño y tu nombre.
También debes saber que te amo y te amaré
desde el tejado mío en los que espero una luna
ofertando mejores días y mejores tintas
que te salpiquen los pies cual mansa espuma.
PD. Te amo pequeño corazón.
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