Mis razones, evidentemente,
no hacen más que engrandecer
mi torpeza, mis torrenciales vicios
y estas ganas que requieren hallar
un poco de fortuna en la belleza.
Hoy me senté al piso de un vagón
por la gente de diario atiborrado
y me entretuve mirando sus rostros
cansados, sus pesados semblantes,
sus propios demonios haciendo
cita llegada la noche con el pasado.
Y todo era tan cierto y tan bello,
que entre la nada sonreí;
no sé a que viene todo esto,
quizás sólo me acordé de ti.
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