También uno se cansa de deambular
a oscuras por callejones por donde
sólo pasa la muerte y entre los sauces
que al viento crujen, maldice su propia
suerte; sobre este suelo gris adoquinado
y perenne, la gloria convalece de fiebre.
Ayer, las bancas de los parques charlaban
conmigo sobre el amor y cosas por demás
letales; hoy el mendigo que ronda la avenida
me arroja una moneda entre las manos
mientras con ellas hago un nido malsano
para encender el fuego de mi cigarrillo.
Y estoy cansado de alicientes
auspiciados por la celeridad
con que del cielo caen los buitres.
Mañana a primera hora,
con la resaca de diario
intentaré llevar a la horca,
la séptima vida de un gato.
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