VI
Habrá quien defienda a muerte
la locura y el eco de sus pasos,
quien cepille los dientes del lobo
cuando ha de ser tierno bocado,
quien a mitad de un funeral
esboce un par de cuentos
colorados.
VII
Empieza a caer una llovizna
leve y es en ella donde la noche
una tanto enmohecida se enciende.
Sobre mis hombros traigo
el estomago destrozado,
un verso que nunca miente,
la eternidad de mis malvas
ojeras y un pecho que reverdece.
He de saber de la bondad del mal
cuando la gota arde en mi piel
y tu beso viene a hacerme tanto bien.
VIII
Sentado y la sombra de mejores versos
con los cuales pueda follarme el vicio,
todas mis letras, el palpitar del sentimiento
entre las manos de aquel que nada sabe
del vivir, si no se hallase metido
entre los grises de secretas humaredas.
Sentado,
y suena el teléfono.
No contesto.
IX
De los días en los que fui certero
y rebozante de revoluciones
que del jamás pedían cobijo,
de las noches de sombras prolongadas
y albores que nunca llegaban
conservo una espiga de dorado trigo.
Pero ha de faltarme la esperanza
ya, que entre algodones germine.
X
Es natural que de noche
se llenen los bares de gente
mientras yo he de beber
a solas un trago con la Muerte,
que sea cada vez más triste
y más terriblemente solitario,
cuando te pienso y tambaleo
sumido entre los dogmas
-tu mano cobijando la mía-
que me alejaban del deseo;
es natural este mío desvelo,
las horas vueltas días
en la frialdad de la oficina,
la carencia del ocio para no buscar
en él un "cómo morirme"
ni entre mis tripas rebuscar
aquel precepto de lo moral.
Es natural la adaptación
según las monerías de Darwin.
Y yo me adapto a tus labios,
a los espacios cerrados,
a tus ojos cuando me miran claros
seducido por la cola del diablo.
Es natural, si por la cintura te tomo
y sin decirte nada te digo
quédate a mi lado, a solas, conmigo...
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