Con tanto que pudiera decir
y yo embalsamado a la carencia
de la letra, del pecho y la ausencia
enraizada al vaivén carmesí
en el que sólo luce segura la guerra.
Hoy hubieron entre mi boca el sabor
del dulce diablo y de una copa tersa
buscando a quemarropa un tierno albor.
La gente no ha de notar el cielo
metido entre el paladar y el corazón
cuando detona triste y rapaz una razón
que nos direcciona la vista al suelo.
Hay tantos huecos en la carretera
y ninguno de ellos siquiera me traga,
tantos huesos se consumen en la espera
de recibir de noche el beso de la daga.
La voz que trae cenizas y certezas
viene rogando por que las manos me calle
y apague la luz de mi funesta destreza.
Te guardaré en las esquina más ajena
y sin mota de polvo de mis penosas gavetas,
junto al abrazo de los días de proezas
que ahora mismo lucen obsoletas.
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