De alguna manera
cada noche llego a casa
a veces sobrio
a veces ya un tanto embriagado
me tumbo en el sillón
enciendo el vigésimo cigarrillo
y beso el filo copioso de mi trago.
Ya después
busco mi banco en la cocina
mi cuaderno de cuadro chico
mi pluma de tinta negra
y escribo a diestra y siniestra
para saber si al menos sigo vivo.
Es básico mi ser
pese a la diaria dualidad
que me viste de traje y corbata
mientras me hallo desnudo
del pecho que nadie mira
y también del alma.
Aquello de "ser o no ser"
resulta más sencillo
cuando se carece de un alter-ego
que se comporta como si fuera un niño.
Al mundo le jode la gente
el vecino o el jefe o el vecino
la crítica o el señor de la basura
o el televisor si es que no enciende.
Al hombre
le jode la mujer que tiene
y a la mujer
el hombre si es precoz o impotente
o mujeriego o marica
o si ronca de una forma feroz.
A mí me jode quien soy
ser yo mismo
llevar el corazón a tope
el alma palpitando
saberme los cojones pateados
por un insípido pie
que extrañamente es el mío.
Yo ya no busco nada
pues todo tengo y en ello
me reverdece de noche la nada
y eso es algo sumamente cruel
pero a la vez a veces bello.
Y luego llego a casa
de alguna manera cada noche
y bebo mientras escribo y fumo
plancho mi camisa y mi corbata
me sujeto fuerte al nocturno derroche
mientras siento que me esfumo.
Ya después duermo en calma.
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