En la pared una fotografía en sepia
y en el borde de la mesa
meditando está la ausencia.
Una taza blanca y desmembrada
contiene una infusión clara
y los vapores con ganas de se nubes
arremete en mis ojos cual espadas.
En la ventana un vidrio roto
y en sus jambas las arrugas del tiempo
pasando de lo febril al enojo.
Un cenicero dando descanso al cigarrillo
de antes del pecado del desayuno
y la pregunta de siempre lacerando
ante las luces mis despertares oscuros.
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