y estar asqueado del mundo
de transitar hombro a hombro
con un caudal de gente sin humanidad
sin decencia y sin mayor gracia
que ser cánceres fecundos
de ser la última palada de los escombros
que nos dejó un terremoto sin piedad.
Llegar a casa
y hallar una lata de atún en la despensa
para cenar a solas frente a la bombilla
sin tener ropa limpia para mañana
mientras escuchas exhalar tu alma
y la quijada se te empieza a poner tensa
mientras te rascas mil veces la barbilla
y te montas en tu vieja calaña.
Llegar a casa
y lavar la ropa que usarás el día siguiente
pensando qué desayunarás al despertar
con treinta pesos en la cartera
con la consigna que todo lo puede el alma
mientras llegan los gastos estridentes
y embravecen las olas del mar
para te deja una noche fría e incierta.
Llegar a casa
"cansado de vivir sin salvavidas"¹
y a sabiendas que eres bueno
y que el mundo te necesita
pero ese mundo te ve como una cáscara
cómo un espantapájaros sin vida
y como un ave de mal agüero
eso es francamente lo que me debilita.
Llegar a casa
y no sentirme en casa
porque el mundo
se volvió un lugar inmundo.
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