y en él me pierdo,
me gustaría tener siempre un trago
a la mano, fumar mi tabaco
y seguir contemplando lo que me atañe,
lo que me apura, lo que me importa
en estos malditos tiempos sin brazos
para abrazar lo que aún se puede abrazar,
lo importante y lo meramente relevante
y para ello quiesiera tener a la mano
un trago siempre.
Algunas veces miro dentro de los bares,
-es cierto, los extraño tanto-
miro a la gente que bebe
por el simple gusto de beber
y así perder el tiempo,
la conciencia, la moral o tantas cosas
que bien se pueden perder en los bares;
los borrachos de hoy solo pretenden
perder la dignidad, la mayoría de ellos
porque embriagados se encienden
y callan su propia caracola de mar.
Son tiempos duros
siempre lo han sido
y busco tener un trago a la mano
entre tantos claroscuros
y por saberme perdido
siendo este hombre de humo
que extraña los bares
y mira al horizonte constantemente
entre cigarrillos y un trago,
ya sin nada pero aún con mi dignidad
que me forjó este terrible arrabal.
Y por ello
miro constantemente al horizonte
y he de buscar razón de lo bello
y saber que mi alma aún no tiene importe.
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