Todo esto es rozar la nada
con las manos
con la punta del falo
con el remedo de alma
que aún me queda
con la esperanza de salvarse
del mítico dios
del irreverente diablo
y del diario levante
que a solas me envenena.
Perdí y gané después
y lo ganado lo volví a perder
y ahora atesoro un rayo de sol
en las penumbras de mi corazón.
Quizás sean mis andares por la vida
una maldita e insufrible broma pesada
o una ola que arrastra tras de sí
todo aquello que con fervor quiero
hasta el lugar donde la muerte febril
le sella la boca con un tierno beso.
Quizás sean mis nociones de un mundo
o mi infancia llena de putas envilecidas
de balas perdidas y tristes vagabundos
mendigando con el hambre de días.
Rozo la nada y a veces sonrío
por tener un pan y poco de agua
por el techo que me cubre
por mi cama y después he de llorar
a sabiendas de ser sin del todo ser
y de estar siquiera estar
versando sonrisas en rostros ajenos
que algún día se difuminarán
envueltas en el recuerdo de mi nada.
El diablo que me quiere aplaude
el dios que me detesta desaprueba
y el levante nocturno de diario
me funde con él en un nítido abrazo.
Por todo el daño que he hecho
por los males que ahora causo
me disculpo evidentemente poeta
a estas horas en que escribo ebrio
por no tener a mano una escopeta
y os juro que no miento.
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