Podemos partir la tierra en dos,
secar los mares, desdentar de un golpe
a dios y eyacular nuestra muerte
en los lagos; podemos agigantar
el tiro de gracia en la penosa frente
del ciervo que nació azul y torpe.
Podemos cargar con los estragos
de una inocencia gria y malhabida,
desenfundar el ego a quemarropa
entre nuestros más podridos matices
y aún sin razón, podemos ser felices.
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