diciembre 25, 2013

El sueño me vence

El sueño me vence y un poco el trágico
resplandor de una luna carcomida
donde habitan tus ojos, donde tus manos
leves diseñan cuerpos celestes y mágicos
y la perdida sobriedad de pronto aniquila
del levante la redención preciosa del rojo.

Ayer pensé deberle mis designios
a la cresta más incivil de la mar
y hoy que te tengo y al cabo te entretengo
en este derroche de tintas negras y papeles
con ganas de hacerse el loco y amar,
vuelvo al cielo la mirada y abro los brazos
para recordar que entre los tuyos existo.

Tienes los labios que de noche preciso
y la temperatura adecuada entre las manos
para bordear los glaciares en los que vivo,
encomendado a ser este ser inhumano
y tambien tienes el claroscuro del don
que me viene a traer a la propia sangre color.

Pero el sueño ha venido a dejarme indefenso
y decadente ante esta tibia luz de la ciudad
que no espera sino el beso de su muerte,
a mitad de una blanquisima estela supuesta
en los albores de un arrabal intoxicando
este hueco en el costado diestro de mi suerte.

He de pensar entonces y elevarme
cual voluta de humo surcando el aire
que por tu nombre pregunta y por la noche
entre un felino disfraz. Y  he de pensar
en tus labios y si en ellos conviene matarme
con su beso a beso, con su miel de sangre
que me lleva a la presteza del derroche.

Debo dormir, no mucho, un par de años,
un lustro que no precise la eternidad
que al despertar me muestre extraño
ante mis diablos con la boca llena de sal.

Pero entre mis sueños más letales
te llevo bordeando un cielo azul
y cristalino, una espesa metralla
de metales incrustados en el vientre,
un canto que a solas habla de tus pies
y del oleaje cuando en mis ojos encalla
por que te sabe presente entre la luz
y en la añoranza concebida en el después.

Ante mi bandera blanca,
es el sueño quien me vence,
cuando el propio eco estanca
este latir que de un amor
irrefutable sin mas se convence.

diciembre 22, 2013

De madrugada y un tanto embriagado

El mundo es triste y está enfermo,
y sin embargo nada de ello
me importa mucho, si en mi frágil
balanza, tu mano en mi mano
o la luna en lo alto me brinda destellos
en los que la voz de la caracola escucho.

Esta noche en la que soy derrochador
de un pecho que ha de pagar los intereses
de todo aquello que ha vivido,
esta noche de mascaradas sin los verdes
de los cipreses, sin los ocres de un futuro
traidor con estrellas en los bolsillos,
esta noche en que los fríos no hallan muros
que los contengan con un pan y dos peces,
soy el cuerpo de una incivil ausencia,
de los treces siendo martes con la ilusión del viernes,
soy el amor atolondrado con copas de cianuro
que te espera cuando el sol a mi no viene,
ni la gracia de la redención me conviene.

Poco ha de durar la vida y su leve cordura
en el suspiro de este lobo que nos acecha
con sus afiladas fauces a manera de cura.

Una mujer duerme a mi lado cuando escribo
y mi talante describo desnudo ante el carmín
de la sangre estancada bajo el fiero vientre,
una mujer busca sin remedio entre mi nada
la letra que la describe cierta y tenue,
rondando con sus labios el parnaso y el siempre.

Y sin jamas decirlo siquiera a mis sabios,
he venido naufragando entre la gris espuma
y la estela de un arco iris que surcó malvo,
los sitios donde el demonio conmigo fuma.

¡Ah! ¡Cuanto me faltas entre la fresca mañana
y la impiedad de una luna que anuncia la noche
para mis ojos a esta edad aún tan temprana!
¡Cuanto me faltas, cuando se me cae la voz y la cara
y el recuento de los pasos dados resucitan
el ayer donde mi alma sin mas acampara!

Aun recuerdo el sabor del magma
entre tus piernas y tu piel morena,
la perfección nacida en el albor de tus pechos
que tan bien le van a mis manos abiertas
carentes de sol y de crepúsculos deshechos
sujetos a la hoz de tu cadera por mi desierta.

Y entonces, de madrugada,
un tanto embriagado
de las luces de un neón amarillento,
cantando canciones ante oídos sordos
de caracolas esperando un mar salado,
voy viajando hasta ti a paso lento,
convidándote mi letra que es la nada
que te nombra en la espesura del desierto
en el busca cobijo mi propia sombra.

Disculparás tanto verso arremolinado
sobre el claroscuro de mis felinas carencias
entre las que me muestro febril y calcinado,
por aquello de mis innatas querencias
en las que bellamente te has retratado,
clamando por un beso y el sol de diario
besando tus hombros ante mis demonios
que esperan hallar para si un cielo claro.

De la sal, del mar y de lo perdido

No es nada, es la ciudad en llamas
y una barca por la ausencia tripulada.

Como tantas veces, hoy detuve mi andar
con su lóbrego paso en el recodo de un viento
que me cantaba canciones de mar
entre la luna y un corazón en pedimento,
y la ciudad, se reducía a volátiles cenizas
danzando abrazadas a una noche sin edad.
 
Regrese a aquella banca del parque
donde solía estar sin estar del todo,
volví a ser por un recuerdo y un instante
lo que no puedo ser ahora que bebo tanto
y me vuelvo cada vez menos queriendo
ser entre remolinos de nada un gigante.

También he vuelto a aquel mal hábito
de crear comunión con el mar y el salado
fin que conduce de noche a llorar,
y he llorado, tanto, como un niño sin su madre
perdido en la plaza o en el supermercado,
cuando las ganas para más no me alcanzan
y estas manos solo escriben a su manera
descalza y cobarde, una horda de versos
que siguen del desamparo la ruta y la sangre
que impide el brillo nacarado de mis huesos.

No es nada, quizás un cúmulo grisáceo
de humedad a sabiendas de hallarse perdido
esperando que sus gotas confundan este llanto
con la cortina marina que se ha desprendido
de mis ojos, ahora que callo este mio canto.

Hoy que recuerdo el ciprés de un amor
que terminó muriendo sin su colosal altura
y sus copiosos verdes, escondo la mirada
por que también con el tiempo perdió
la bravura con que antaño enfrentó al sol,
al ensueño que precisaba tacto y fina locura.

Y mientras bebo del filo de mil hondonadas,
lamento que este deslucido te quiero,
no hallará lugar propicio en el utópico para siempre.

Repartamos pues, las culpas y los bienes,
el corazón de cada cual envuelto en lama,
pero dejadme por la noche los viernes,
los bares y esta ciudad siempre en llamas.

diciembre 16, 2013

Y entonces mis esqueletos callan

Hubo algo de cierto en todo aquello
que alguna vez, dijéronme en voz baja
mis sublimes esqueletos.
Hubo algo de paz metida hasta el cuello
en la guerra, hubieron silencios
mantenidos atentos al respirar
de las piedras donde se gestan el amor
y los sueños. Y también una pizca de grandeza,
de esperanza y de que hallase un eco esta letra.

Voy de ti, de tu sombra y de la hoz
de tu cadera, voy de tu mano,
del estruendo de tu risa,
de tus senos, de tus labios
cuando de noche en llamas me envuelvo
para alejarme del marfil de los huesos
y amanecer aun con vida, en este pecho.

Ayer note como una luna eclipsada
entre tus besos y tu espalda, resplandecía
perenne y la soledad de mi lado exiliaba,
y eras tú y eran tus ojos
un tazón de leche para un gato hambriento
de quereres en las deshoras de los tiempos.

Pudieras tener el todo entre tus manos
y te conformas con esta harapienta nada
y sus albores embriagados de latir entre licores,
entre la epidemia de su letra que te cuenta
de un verso nacido a solas del desencanto;
pudieras tener la eternidad grabada en la sonrisa
y no un carrera de relojes que nunca estarán
en cinta, a costa de este loco que te escribe
vaguedades por no saber decir que te necesita
para alumbrar el blanco de la hoja
en la que tu nombre a tientas recita.

He estado atento al vaivén de la olas carmín
y al cantar de las caracolas, al burdo cielo
al que no han de mirar mis esqueletos,
en busca de tierra firme donde encallar
el deseo y la nostalgia que me lleva a pensarte
desnuda, a mi lado, conteniendo la oscuridad
que alojó en mi parda mirada el mar.

Pero es este no saber donde posar mis manos,
razón y una cúspide amortal donde entretengo
el corazón escribiendo, bebiendo un trago
después de hacerte el amor entre penumbras
en las que no se ofuscó el sol de media noche
ni la luna mordisqueada mostró sus funerales
y la tumba en la que yace mi pasada gloria.

Y entonces, cuando más te quiero
mis esqueletos callan.

diciembre 12, 2013

Elementalmente tajante

"...Todos en este lugar estamos en busca de alguien más para pasar la vida..."
Omar González.

Incluso como el aire de esta ciudad podrida
por monocarburos y putos y putas en las esquinas,
resulta una necesidad mayor andar siempre de la mano
de algo distinto a la desazón si es que la propia vida
nos sigue los pasos con una culpa inocente en derroche
brillando en el pecho como brasas certeras de carbón.

Nunca podré disculparme 
por mi pecho si su latir y su talante,
se esboza la cintura de un amor
que me sabe a gloria entre la desazón
de amar con la etiqueta inquebrantable, 
de ser ante el propio palpitar menguante
un elemento elementalmente tajante.

Todo esto va mal

"Nada cae excento de la sujeción,
dado que está condicionada cual innato
y necesario reflejo; el sol se abraza a la luna,
la luna al tejado de los gatos, los gatos
al corazón que les muestre un espejo..."

Gabriel Salinas.

Todo esto va mal, lo sé al mirar mi barca
en la espiral de la deriva cuando un capitán
borracho mantiene el timón y ante un islote de azafrán
no resulta diestro ni la nada esquiva, cuando la parca
se me muestra de lleno entre tus pechos y tus labios
en los que abdicaron todos mis profetas y mis sabios.

Aunque quizá todo esto vaya en demasía bien
y yo esté mal ante la sombra de lo creí habitual
por tenerlo cual consigna de vivir con la letra en la sien.

Sin embargo, no cabe duda que cada vez que caigo
en el vaivén de la dualidad del querer y el poder, 
con mi equipaje de versos cargo, por doquier
a la espera de saberte frente a mí única y desnuda
para aferrarme a mi ganas de ti tan sujetas al trago.

diciembre 11, 2013

Desde esta misma silla

Desde esta misma silla, encallado entre pensares
de grandeza corrompidos por el soplo del viento
que hoy me nombra siendo sombra y en mis ojos
-¡Ah, mis ojos amarillentos de espeso humo!-,
ha de colarse una luz vuelta gota de nostálgico mar
como una lágrima salada y carmín como la sangre.

Hablando del destino, he sido y he podido ser
un docto merolico si no se trata de descifrar
el mío; hablando del eterno nácar de la muerte
he sido entrañable amigo, fiel hermano y amante
por saberla desde siempre la última de mis suertes.

Y nada quiero entonces cuando preciso el todo
y en el barro de un par de zapatos negros y gastados
me sumerjo a pesar de mi letra y sus buenos modos,
para sentir que aún alguna vena me vive y el pecho
me late con cansina presteza mientras el sol recorre
su luz hacia una porción de cielo, hacia el fiero levante
en el que soy un hombre a escala transitando insolado
el jamás de una noche, donde los gatos han perdido
su séptima vida elucubrando ratones y mansos sueños.

Entonces vengo a ser, aquel bocado de lluvia inmerso
entre el oleaje de un mar desbocado que ha de querer más
-¡Siempre más!-, a sabiendas de lo poco que los grises
muestran cuando la luz logra ser cierta y venidera en el terso
pie de esta guerra proclamada desde mi feroz arrabal
en el que nada soy si no escribo entre latidos y carmines.

Resulta clara y lógica la imagen de un gato nocturno rondando
los tejados con su paso silente, mientras la gente duerme
sin saber de los sueños que mueren lentamente a su costado,
entre ronquidos y arañas que pretendiendo insectos tejen
su día de mañana, para no carecer de un saludable bocado.

Sin embargo nunca es fácil llorar a solas, ocuparse en algo
ante la mirada de la gente para no quedar entre sus fauces
interrogadoras como un idiota; nunca es fácil esbozar el amor
cuando el otrora se enganchó con el más terrible demonio
que no hace las paces con el futuro si trae éste la boca rota.

Malditos entonces mis santos profetas que alguna vez leí
mientras la copa de un manzano me prodigaba sus sombras
y la esperanza de un final feliz; hoy, ahora, esta noche traidora
en que me duele el lagrimal derecho al demostrarme que nada
tengo, he venido a decir que siempre busqué en aquella quimera
llamada grandeza, el sabor de tus labios, el brillo en tu mirada,
la curva en tu cadera y un poco de tu risa, para ponerme a salvo
en situaciones como esta, en que mi propia muerte lleva prisa.

  

diciembre 09, 2013

Resulta hosca la palabra

"Qué poco dura una sonrisa y sin embargo
en estos tiempos de humedad y barcas a la deriva,
me descubro siendo de ellas coleccionista."

Gabriel Salinas.


Resulta hosca la palabra atravesada entre la sien
y la garganta cuando baja hasta el pecho
anunciando guerrillas y la espesura de un clamor
que jamás probó el sueño ni en las tumbas
descanso; qué bien me sabe a estas horas
una ensalada de cuchillas afiladas por la luna
maridando mi trago de sangre a cuentagotas
en el polígono de las aristas rotas, desgajadas
con las uñas del más artístico desencanto.

Vaya majadería es ahora aquel tiempo
que otrora me vino con aire fresco y venidero
a contar, de los cuatro dedos de las aves
que emigraron en busca siempre de un mejor
lugar donde el carmín no araña nunca el levante
ni la pasión embriagada de sombras sostiene
mansamente un corazón ya podrido de latir.

Hace dos días que no para el fuego de llover
y las cosechas lloran tristes el recuerdo de las aguas
que requieren los viñedos; hace dos vidas
que los mercados se han quedado sin la alegría
de la vendimia y los pies descalzos cubiertos
de hollejo y zumo; hace dos planetas que la cepa
de la fatua ausencia me ha venido a embriagar
de soledades y del baile solitario en mi boca del humo.

Hace tanto, creo que fue ayer, cuando en tu boca
alcancé un pedacito de cielo y con él la esperanza
de hallar bajo la condena de mis propias letras,
un lugar tibio y la amabilidad pocas veces mostrada
por la impiedad del reloj que esta noche destroza
el remedo que alguna vez tuve por sonrisa y por alas.

Entre los prados y el sesgo de esta vaga poesía
que me viene como cada noche dando su cofrade ronda,
puedo afirmar que la carencia ha sido la pobreza
de esta piel morena vilmente colonizada por dolores
bajo la lengua de un gato que no te tiene entre sus garras,
ni te mantiene en el detestablemente limbo de sus versos
que pretenden rozar tus senos a manera de trivial alegato.

Pero resulta hosca la palabra,
cuando más requiero entre tus piernas,
la plenitud de aquel abracadabra.

diciembre 08, 2013

Embriagado de ausencias tersas

"...Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho..."

Gabriel Celaya.
  
Vengo siendo el resultado de blasfemias
a solas y a mitad de una amarillenta habitación,
un chasquido haciendo un eco incivil y poco tolerado
ante la duda que me sangra en el pecho si le pregunto
a quemarropa la ausencia un  ¿Qué ha sido de dios?

Pero el mundo entero también sangra comulgado
por la sotana que esconde tras de sí al demonio. 


Todo me duele, y el dolor se esboza en una corona
y con mano diestra ocupa el dorado cetro del rey,
el rey crédulo que todo se cree tendido en la lona
de los que decimos creer  en aquello que nunca fue.

El dolor es el rey de estos días
en los que la hombría me tapa la boca
y la fidelidad de este mío pecho
me demuestra lealtad en cofradía.

Puedo poner mi paupérrima poesía en subasta,
mi caligrafía más preciosa y siempre precisa,
mi latir tentado a oscuros bares y a terrible alegatos
en los que una voz a lo lejos recita un ¡Basta!,
en los que se me aparece el amor y la risa
que ahuyenta de mí el espectro de un gato pardo.

Sin embargo es tu silueta la que duele
y pone en entredicho lo que nunca digo,
la que me ensalza de noche y siempre suele
antes de dormir querer estar contigo.

Y siendo franco, muy a menudo mi suerte maldigo,
me arranco la corbata y la blanca camisa
para medir la muerte desde el filo de la cornisa
en la que imagino siniestramente besar tu ombligo.

Sabéis de mí un poco del hombre y otro tanto
del poeta, del emancipador de terribles quimeras
y del martirio de esta soez y majadera espera
en la que no he sido para ti, un amor de proxeneta,
aquel temblor que atañe el grito silente en tus caderas
en las que he escrito mis creencias más certeras.

Y sin embargo, todo ello es por que te quiero,
por que situado entre tus ojos y las luces
que han de hacer mi presente amable y venidero
no pretendo hacerte daño entre mis cruces.

Pero tengo claro que entre tus pies
algo mejor me reclama y sin más me espera,
y tu esperanza ha de restar mi desesperanza
de ser aquel que embriagado de ausencias tersas
busca desesperado tu pecho y el sabor de tu cadera.

diciembre 07, 2013

Poemas del cajón

I

Seguimos siendo una colonia
de pusilánimes, una horda de cobardes
queriendo morir de viejos y no
abrazados a la espada por el talle.

Seguimos siendo lo que queremos ser
con la cabeza metida en el neceser.

II

Aún existen algunos salvos lugares
en los que no pasa nunca la luna de largo,
donde son jovenes todas las estrellas,
donde los panes son horneados por los peces
que mantiene sumergida a la muerte en el letargo.

Ahí mismo está dios.

III

Suelo mirar las cosas que pasan
desde dos distintos puntos de vista,
distantes entre sí; el uno sombrío
y el otro radiante ante la luz y sólo
así he podido hacer que convivan
en paz la palabra del gris poeta
y la mujer del febril proxeneta.

IV

¡Vaya que cuesta en demasía la vida
y andar arrastrando entre los pies
la hojarasca que cayó del todo podrida
sin la tenue esperanza del después!

Dejé de pensar en la idea de comprar
una escopeta, cuando me creí el término
aquel que una Musa me dio al llamarme poeta.

V

Habrá menores beneficios en la vida santoral
del que madruga y sale a barrer del polvo
y las hojas secas su banqueta, que en la vida
de aquel que se receta medio día para despertar
y la resaca con que los buitres hacen amistad.

En realidad, francamente estoy mintiendo;
sólo pretendo justificar mi vicio y lo que siento.

Ante la quinta copa

Tuve oportunidad de ser grande
y la desperdicié ante la idea de ser
un remedo de poeta, un escribano
pretendiente de la mar y la mujer
que siempre busqué en tus labios,
y nada ha de reprocharme mi talante.

La vida es dura, bien lo sabes,
no por que mi cinismo así lo dicte
sino por que lo es; pero tenemos un tal vez
y esta mutua pasión que así lo describe.

He de quererte tanto, amor, tanto como el sol
calienta los cofres y los toldos de los autos,
tanto como la plegaria que busca redención,
tanto como el poeta requiere de fuegos fatuos.

Hoy dormiré tranquilo y esbozaré en mis sueños
la curva de tu cadera, el brillo y el sabor de tus labios,
el candor con que tus pechos me arropan de quimeras
que pretenden de ti este ser, que pretenden tanto,
como la  vida y el ensueño donde murieron mis sabios.

Dejemos que el todo pase

"Se ha vaciado el efímero oasis contenido
en mi vaso; el primer trago siempre resulta
el más reconfortante, el más certero
y más parecido a sanar una purulenta
llaga en el pecho o a encender el levante
con la esperanza de un para siempre,
cuando la ausencia ronda bajo el vientre..."

Gabriel Salinas.



Realmente poco sabes de mí, pero me intuyes
en el silencio que te lleva a mis ojos
cuando te miran mirarme, y en la distancia
que me lleva a nombrarte no huyes
ni te atreves a poner en tu pecho cerrojo.

Tampoco de ti se mucho, lo suficiente quizás
para saltar al abismo donde la locura es bendita
y la sal no sala el alma, para querer quererte
en la cofradía de estas ganas siempre de más,
de más de ti, de tu pecho, de tus labios si me incitan
a cobijarme de la ausencia y de los feroces fríos
que soplan desde la cercanía del mar bajo los párpados,
a saberme vivo entre las sombras que pierden brío.

No vengo a hablarte de lo que puedo ser
por que la vida no me ha dado la facilidad
de la mentira, soy un imbécil que escribe
y mucho me temo que lo seguiré siendo,
aún anclado a la más rojiza de las piras
en las que ensalzo este verso mío que vive
y vibra, ante la carencia y la muerte que extiendo.

Pero dejemos que el todo pase,
el amor, la vida, todo aquello
que la suerte nos depare,
dejemos que las olas nos conlleven
al cielo o al infierno, a ninguna parte;
dejemos que este instante sea bello,
cuando me quieres y te quiero.

También los gatos lloran

También los gatos lloran
sin que nadie los note
-¡La mar en sus ojos a solas!-,
y su llanto es una daga
secando una flor aún en brote.

diciembre 06, 2013

Afónica perorata de mis días

Sigo siendo aquel tipo gris y es la noche
-la bendita noche- quien me da razón
de cirios apagados a mitad de un funeral
que no es el mío, mientras el sol esconde
un par de rayos y calla la voz cristalina del mar.

!Qué bien suenan las campanas de la catedral
armonizando el caminar de las putas del barrio
con sus tacones altos y su belleza del mal!

Pienso -mi cabeza es un estallido de balas
que no logran nunca su blanco-, y mi manera
de decir por más que quiera o requiera
y debido al trago, a menudo me resulta vulgar,
por más que la retórica sabida de reojo
me venga a dar clases y besos en la boca de quimera,
o se me esboce en la utopía de mis alas
cierta clase que me cerró en las narices
la puerta con la frialdad del hierro del cerrojo.

Pero tengo mi trago en la mano, mi tabaco
quemando su vida en el cenicero, recargado,
como quien recarga por un rato el alma en el atril
para sentir de la muerte carmesí, su tibio descanso.

A la luz inmersa en el rocío no le importa la cruz
ni cree en la esperanza traidora del libre albedrío;
no para los poetas, para los cínicos que escriben
su certeza, no para los que engrandecen su pobreza
entre la tinta negra que eyacula sin esperar críos;
y la nada no basta para hallar en ella certeza.

Hoy bien puedo decir que a mitad de la ausencia,
han de nacer islotes y en el pecho cúmulos de tierra
que buscan entre detonaciones paz en la guerra,
terrones de azúcar, palmadas en el hombro, la decencia
de que carece la etiqueta de aquel llamado poeta
y estas ganas de ser para ti, tu padre, tu hermano,
tu amante; el más deseoso y febril de los proxenetas
que tan sólo se conforma con el estruendo de tu risa,
con la talla de tus manos, con tu boca si me besa de prisa.

Sigo siendo aquel remedo de juglar que no canta
a sabiendas de su voz queda, un especulador de la sombra
que me mantiene sujeto al esplendor de la fiera seda
en la que el silencio teje su ruido e irrevocablemente te nombra;
sigo siendo aquel que te desea y entre letras se atraganta.

diciembre 05, 2013

Hace ya tiempo

"En toda esta perorata
de sofismas y apologías
recién tenida a solas
y en mi cabeza,
el único presunto culpable
pareciera que soy yo
inmerso en la certeza
de ser un hombre imposible;
¡Qué va! -me digo-
y sigo cantando mi canción..."

Gabriel Salinas.




De esto hace ya tiempo -tiempo ido y venido,
perdido, corrompido por nuevos vientos-,
y en mi currículum de muerto resplandece
una luz acompañada del eco de una sonrisa
que abrillanta frente al espejo esta sombra
empañada por la ausencia y la eterna prisa.

Resulta ser que soy ahora aquel que espera
el aterrizaje de las palomas en los parques
para contarles de tu risa, de la piel de tus manos,
de toda esta horda de deseos de ti,
que me concentro en la savia del momento
inmortal y venidero en el que te pienso.

Sabes, te lo tenía que decir,
aunque de esto hace ya tiempo.

diciembre 04, 2013

Te quiero

Todo resultaría más sencillo, si la nada
que rebusco en los bolsillos, hallara tu boca
y tu pecho en mi pecho en hondonada
no arrastrara del cuello su propia roca.

Pero nada de ello es verdad,
aún me queda por derribar la ausencia
y esta vileza aunada a la soledad
en la que preciso sin más tu presencia.

Eres hermosa y lo sabes, te lo ha dicho mi pecho,
mis manos cuando no te tocan, mis levantes,
mi letra en tinta negra, mis latidos por ti deshechos,
la garantía de mi pecho sin demonios como avales.

Y te quiero a tí, como quiero tu sonrisa,
como requiero tu pecho y la curva en ti cadera,
como pretendo arañar con mi silencio tu risa
sembrada en mi muerte en la lista de espera.

Pero te vi, aquel día, con tus medias negras
y el albor prendido a tus piernas y en tus labios
no pude menos que elucibrar tu voz en mis letras,
cuando el latido de tu ser brotó en mis manos.

Te quiero. muñequita de azafrán,
como quién quiere del amor
 el ritmo de una cadera que le prodigué la paz.

Sobre las lenguas del mar

"¿Quién dijo que todo está perdido?
Yo vengo a ofrecer mi corazón..."

Fito Paez.

Incluso en la cuchilla aserrada de la más 
malva noche, en la desesperanza del mendigo,
en la cúpula más sombría del propio arrabal,
sobre las lenguas del mar, en el nunca contigo,
me queda en pie el pecho y dos besos con sal;
me queda un latido y su ausencia en derroche.

Pero a sabiendas de ser mi propio juez
y el verdugo que traza a diario una linea punteada
bajo mi cuello, no he de pensar sino en tus pies
enraizados entre los míos, en el lodazal de ausencia
que me cargo cuando pretendo lo más bello, 
los cielos más febriles de tus labios, tus manos, 
tus ojos irradiando lo poco que me queda de brío.

Es poco lo que tengo, lo sabes bien, 
mi luna por los demonios de otrora carcomida,
mis manos, mi necedad acuñada a los labios, 
mi tinta negra y aún un poco de grisáceo encanto, 
mi pecho, mis temblores, la ignorancia de mis sabios
y esta nocturna certeza de hallarte dando vida a mi vida.

Incluso tengo un corazón dispuesto a quererte
bajo las sombras en las que avecina mi muerte.

diciembre 01, 2013

No me pienses

Puedes tomar como una burda certeza
el sol que quema, la luna en su gelidez
o la estrella que atrinchera en mis bolsillos
soledades y un futuro sin cabeza,
pero puedes tomar como puro y certero
este caminar junto a ti cuando me anclo al verso.

Y si es que dudas de ello,
vengo a decir que te quiero,
como es que mi obtuso verso
vienen buscando entre tu pechos
licencia de todo aquello que me resulta bello.

Pero no hagas caso del borracho
que escribe su vómito entre palpitares,
tampoco de los gatos que te rondan
buscando ente tus manos cálidos hogares.

No me pienses bellísima sirena,
cuando con diestra mano
destruyo mis castillos de arena.

Del reloj dando las tres de la mañana

Estoy aquí, sin más razón
que la de esperar el ángulo agudo
del reloj dando las tres de la mañana
mientras me bebo un trago
y evoco lo peor de mi calaña
en la humareda de mi feroz tabaco.

Hoy recordé a mi némesis de la infancia
que yace ahora olvidado bajo una lápida
-lo degollaron después de una golpiza-,
y también como una película inenarrable
empecé a tener un par de recuerdos de ti,
de tus besos, de tus manos que aún sin tiza
han dejado su fiera marca en mi espalda,
cuando me resulta tu nombre ahora inombrable.

Y estoy aquí, ya embriagado
después de la promesa de caminar a tu lado,
después de la embolia que aún no me ha dado
por quererte como te quiero
situado en mi razón en la que desespero.

Hoy pretendía abrazarte en el mismo bar
que ha de callar nuestro palpitar secreto,
llamarle al camarero por un nombre distinto
-siempre te ha hecho reír  un "¡Hey, Crispín!-,
para decirte después que mis ganas -mis ganas de ti-
elucubran en tus formas un demonio que creí extinto
y que morir entre brazos es lo que más requiero.

Por mi costado

"Siempre,
dentro de toda esta vorágine
de días y noches perdidas,
he sido lo más que he podido ser;
y dentro de esta apología
se alojan mil poemas en las fauces
de mi oscuro neceser..."

Gabriel Salinas.


Por mi costado ha de trepar la luz,
un cantar alojado en las costillas,
el fantasma inmortal de mil astillas
resultado de este pecho en la cruz.

Sin embargo en mis sentidos excesos,
mi hojarasca arrastra hasta aquí tu risa,
la hoguera de tu abrazo entre las prisas
del diario trajín con hambre de un beso. 

Por mi costado ilumina una estrella
de cinco picos nacida en tus manos
y la fiel cofradía que la sella.

Por mi costado crecen los manzanos
ante lo cierto de saberte bella
metida en mi pensar siempre malsano.